El fin de semana que pasó fue el mejor desde que llegué a Chile, no tanto por las olas sino por la gente. Llegó mi primo Rodrigo con su mujer (Javiera), quienes de hecho siguen aquí, se quedan hasta el jueves por lo menos. También aparecieron viejos amigos que no veía hace mucho. El Mono y Battistoni, con los que estaba algo alejado, fueron por el fin de semana. El Mono ha sido padre (su primogénito nació el día del terremoto, no esperaba menos dado el padre que le tocó) y era la primera visita con su hijo al mar. Stoni no surfeaba hacía cinco semanas.
El sábado surfeamos todos juntos entrando por los morros como en los viejos tiempos (incluida una clásica caída mía en la "piscina" que se forma en el segundo morro -barrido por una ola- y que me dejó un par de recuerdos), buenas olas en la sección del diamante, y en la noche cenamos fuera todos. Buena comida, buen vino, pisco sour y anécdotas varias, linda noche para retomar amistades.
El domingo me fui temprano a Santiago para celebrar el cumpleaños de mi mamá, en familia, con un largo almuerzo en que vi a casi toda la parentela. Tan largo que cuando terminó me fui a casa a dormir. Buenas conversaciones con los primos, compartiendo tiempo con mis viejos, mis hermanos, mis sobrinos... en fin, todo bien.
Y el lunes a mediodía arranqué de nuevo a la playa. A tiempo para llegar a la última sesión de la tarde, en Infiernillo, solo en el agua, puestaza de sol...la vida es buena.
martes, 30 de marzo de 2010
viernes, 26 de marzo de 2010
R de réplica, R de rutina
Tan así es que ya uno hasta sabe pronosticar qué clase de réplica es la que viene: con sonido de trueno (nunca había sentido estos temblores antes, pero los que están en la zona saben a lo que me refiero), rápidas como de rocas que se acomodan (gran sacudón de uno o dos segundos), o también si va a ser una réplica suave. Hoy incluso si es más o menos fuerte uno ni se mueve, aunque para una oreja...sólo por si acaso. La gente poco a poco ha vuelto a la rutina normal, siempre atentos pero la vida sigue. Hasta el cuarto o quinto día después aún había gente en los cerros, pero ya hasta los más temerosos han retomado su vida casi normal. Los que sí retomaron su rutina casi inmediatamente fueron los surfistas. Al día siguiente del terremoto de Pichilemu hubo buenas olas y varios nos metimos al agua, un poco aprensivamente pero también sabiendo que el epicentro no fue en el mar, aunque la gente de pueblo nos miraba sacudiendo negativamente la cabeza.
Desde entonces ya puedo decirles algunas cosas que han pasado por aquí en el mar: en Punta de Lobos, la sección del mirador se quedó sin arena, y la sección de los morros está muy bizarra, entran olas pero la ola allí sólo es la bajada (el drop), difícil y movida. Lo que sí se arenó y está funcionando muy bien es la sección del Diamante. La consecuencia más clara es que el crowd típico de Punta de Lobos se nota mucho más porque ya no se distribuye entre las diferentes secciones de esta larguísima ola, todos están en la sección del Diamante y es crucial escoger bien la hora del día para poder surfear tranquilo (de 6a 8pm bastante crowd porque para el viento).
Infiernillo está arenadísimo y los días chicos funciona perfecto, y ha sido la solución cuando no ha habido olas...sólo estamos esperando un día con olas grandes y sin viento para ver cómo se comporta. Comentario relacionado: marzo, clásicamente mes de poco viento, ha tenido mucho viento sur y por eso Infiernillo no ha sido la olaza que suele ser en esta época, una lástima, estoy casi seguro que en cuanto me vaya de Chile se va a poner increíble...
La Puntilla: me dijeron que se estaba arreglando después de una temporada mas bien mala, con los bancos de arena desacomodados...y entró el tsunami. Consecuencia: La Puntilla está horrible, con picos por aquí y por allá, nada que ver con la larguísima izquierda que es una joya de marzo a mayo.
Otra consecuencia del terremoto es que los argentinos y brasileños que en esta época del año son plaga brillan por su ausencia. Pichilemu se ve bastante desierto, de hecho nunca vi un marzo tan despoblado de turismo y de surfistas. Malo para Pichilemu, bueno para nosotros, los egoístas adictos de las olas.
Me quedan poco más de diez días en Chile. El tiempo se me ha pasado volando y ya estoy empezando a pensar en Argentina y en Sudáfrica. Confieso que todavía no me ha tocado un swell acá en Chile que me haga brillar los ojos y salir del agua como caminando en una nube, sensaciones por las que escogí marzo para venir a surfear a Chile...todavía quedan diez días, ojalá les pueda contar cosas diferentes muy pronto. ¡Aloha!
martes, 16 de marzo de 2010
Sigue temblando en Chile...
Jueves 11 de Marzo de 2010. 11,32 de la mañana. Hace dos días llegué a Pichilemu, uno de los pocos pueblos del sur de Chile que no sufrió grandes daños con el terremoto y tsunami del 27 de febrero pasado. He venido a pesar de las recomendaciones de todo el mundo. Sólo hace 12 días del terremoto que sacudió gran parte del país, y la gente está todavía muy afectada, aunque poco a poco la rutina empieza a normalizarse. Acabo de revisar mis correos y estoy a punto de poner en el Facebook: "Vengan a Pichilemu. Aquí está todo bien." En eso, la tierra empieza a temblar. Fuerte. Salgo corriendo del hotel mientras escucho el ruido de cosas que caen detrás mío. Llego al centro de la calzada y todo se sacude como en las películas. Los cables de electricidad, el pavimento, los coches, la gente. Todo. Apenas me tengo en pie. Cuando termina lo que algunos han mal llamado "réplica" y que no es sino otro terremoto (grado 6,9 escala de Ritcher, casi como el de Haití), la gente empieza la huida hacia los cerros. Especialmente en esta ciudad capital del surf chileno los pobladores están prevenidos contra un posible tsunami desde que se alertó hace años sobre la posibilidad de que ocurriera uno en la zona. Súmenle a ello el estado de alerta en que se encuentra prácticamente todo Chile desde el primer terremoto: en pocos minutos el centro parecía un pueblo fantasma; la gente va en coche, bicicleta, en carretas y a pie. Jóvenes, ancianos, mujeres, niños, animales. Yo mismo me encuentro con un amigo que me sube a su coche y emprendemos la subida al cerro. Algunos van muy rápido y hay algunos accidentes. Parte del camino es de tierra y se levanta una gran polvareda. Agentes de la policía e incluso soldados ponen algo de orden (el que pueden) en las calles. La Marina saca a los pocos surfistas que se encuentran en el agua en el momento del sismo. Paso las seis horas siguientes en los cerros, donde se ha congregado prácticamente todo el pueblo. Algunos acampan y otros son recibidos en casas de familiares o conocidos. Todos miran incesantemente el océano, temerosos de que ocurra otro tsunami. A las seis de la tarde bajo a coger algo de ropa para pasar la noche en el cerro. Atravieso la calle principal y la escena es surrealista. Negocios y casas cerrados, una que otra persona pasando a toda prisa, con bolsas en las manos. Las fuertes réplicas se suceden una tras otra, casi sin pausas. No hay energía eléctrica. Todo se cimbra a mi paso. Siento que tengo que salir de allí lo antes posible. En el hotel intento ducharme pero cuando estoy a punto de hacerlo una fuerte réplica remece la vieja casona de madera. Cambio de idea, preparo una mochila con lo indispensable y salgo a toda prisa. Afuera me está esperando la encargada, que me devuelve la billetera que dejé tirada cuando empezó a temblar y me pide irme porque todo el personal se irá también al cerro, cerrarán hasta el día siguiente y no quedará nadie. No alcanzo a sacar nada más, el hotel queda cerrado hasta nuevo aviso y camino con mi mochila hacia el cerro. Otra mochila y mis tablas de surf quedan en el hotel. En el cerro las mujeres lloran, los hombres fuman o intercambian pocas palabras. Todos se preparan para la noche. Esta se hace eterna, hay innumerables réplicas. No llego a contar 30 segundos entre una y otra. Algunas son apenas perceptibles, otras alarman a todos, que salen de las casas y carpas. Es muy difícil dormir en estas condiciones, y muchos optan por encender fogatas y compartir algo de cerveza y vino. Así llega la madrugada y unos pocos bajan del cerro, la mayoría a buscar más víveres y abrigo. Muchos pasarán otra noche aquí, y hay que estar preparados. Mientras, todos pedimos que, por favor, deje de temblar.
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