Hace diez días que estoy en Lima. A estas alturas normalmente tendría que haber hecho las de quico y caco pero, como cada vez que vengo al Perú, me descuidé con la comida...¡en estas latitudes el estómago no me perdona ni una!
Todo empezó con la incomodidad de llegar un viernes a medianoche en pleno verano. Por una conjunción de casualidades ninguno de mis amigos o familiares estaba al alcance (unos en la playa, otros de viaje, etc.), así que abrí mi paracaídas y le caí a mi querido broder Richi Borini, al que no veía desde hacía cuchumil años pero es de esos pocos amigos que lo son en todo momento sin importar si hablaste con él hace diez minutos o diez años. Lo llamé desde Tumbes ya en el aeropuerto para viajar a Lima, y el buen Richi me ofreció sitio en su casa en el minuto uno de la conversación. Claro que mi causa se había mudado a su depa nuevo hacía pocos días, así que estaba con poco mobiliario y me tocó tirar suelazo (previas chelas de ley para recordar viejos tiempos y comentar los nuevos).
Así que dormí poco y a las 7am partí al sur a casa del Tallarín que me esperaba en Lobos (Km 127.5) con una tabla prestada. Venía con el cuerpo desacomodado después de haber viajado 15 horas desde Guayaquil a Lima (entre buses, esperas y aviones) y habiendo dormido en el suelo la noche anterior, así que no es de extrañarse que me lesionara en la primera ola que agarré en Cerro Azul (estaba buenazo, nunca lo vi tan bueno, así son los swell norte)...queriendo impresionar a mi pata el Tallarín en una maniobra sentí un tirón en la ingle y ahí nomás quedé...¡En mi primera ola en el Perú! Dios mío qué viejo estoy...así que se me acabó el surfing, el domingo intenté correr pero era casi imposible, no podía hacer maniobras, sólo pararme y seguir derecho y aun así me molestaba. Terco y sin apreciar aún la magnitud de la lesión fui a Bermejo el martes...¡es que el mar estaba buenazo! Casi nunca estoy en el Perú cuando entran esas crecidas que vienen del norte y es cuando mejores se ponen las olas...gran sesión en Bermejo, estuve muy cuidadoso pero me di cuenta de que la lesión iba en serio y tendría que parar.
Al volver a casa esa noche me comí un sandwich en un lugar que resultó ser mi condena estomacal: El Sanguchón Campesino (¡no vayan!). Para redondear la faena, quería comer palta y como no había, le eché "salsa de palta"...sentía en mi fuero íntimo una advertencia, una suerte de deja vu pero no hice caso y me empujé casi todo el sandwich, salsa included. Sólo más tarde me acordé de que la última vez que comí la dichosa salsa (en una COPEC de Chile, años ha) terminé en el hospital intoxicado, pero ya era demasiado tarde. Esa madrugada vomité hasta el alma, y lo que quedaba de ella la expectoré ya saben por dónde...
Sólo dos días después pude salir de la cama para ir a verme la lesión del surfing. La quiropráctica que me atendió (altamente recomendada por varios amigos surfers) era una mujer holandesa estilo la Nana del Conde Pátula, que me dijo que era "una bestia" por no haberme puesto hielo desde el comienzo, me prohibió "bailag como un loco" (sic) y me recetó unas pastillas antiinflamatorias incompatibles con el alcohol ("¡cego alcohol!", me gritó, amenazante). Intimidado, pero dispuesto a recuperarme lo más pronto posible, me fui rápido de allí y me lancé a iniciar el tratamiento: hielo en mis zonas pudendas cinco veces al día por diez minutos y una pastillita diaria después de almorzar.
Y aquí estoy, diez días hace ya en Lima, sin poder surfear, emborracharme ni bailag como un loco...¡esto no es vida!
martes, 2 de febrero de 2010
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