Estoy en Doha, Qatar, atrapado en medio de una parada de tres horas rumbo a Madrid. Ayer quise escribir algo desde Bali, siendo como era mi último día, pero entró una crecida y decidí que lo mejor para mi espíritu era surfear todo el día...ya habría tiempo para escribir después, y el tiempo se da ahora. Después les cuento lo que fue ese día, ahora atentos.
Este aeropuerto es bizarro, mirado con ojos occidentales. Muy blanco todo, y ahora mismo estoy en la cafetería (me parece que es la única, el aeropuerto es pequeño), y hay una cola inmensa de personas vestidas con túnicas claras, tocadas con gorritos y casi todos con barba. La croissant que me comí tenía un sabor extraño (no quiero decir que estaba fea...pero definitivamente diferente a lo que esperaba de una croissant).
La leche para el café se la echas tú mismo desde un potecito en polvo, y cuando estaba en ésas se me ha metido uno de estos señores a sacar leche en polvo del mismo potecito, casi entablando conmigo una lucha de espadas-cucharitas. Acto seguido y ante mi estupefacción, este señor puso su humeante taza de café-con-leche-en-polvo bajo el dispensador de mayonesa, y empezó a presionar. OK, soy muy abierto de mente en cuanto a las costumbres y usos de los diferentes lugares (y por eso no he querido malquerer a la croissant), pero...¿mayonesa en el café? Too much me parece, y no pude dejar de preguntarle si estaba seguro de lo que hacía.
Tal vez sólo sabía leer en árabe (el letrerito del dispensador estaba en inglés), qué se yo, lo quise rescatar -como casi siempre me pasa, corazón de abuelita- aun cuando antes casi me había empujado para echarse la leche. El tipo como quien oye llover, sonreía y presionaba, aunque sólo salió un chorrito mínimo que se le quedó en el borde del vaso y nunca supe si el acto había sido un error o una nueva modalidad de tomar café...
jueves, 17 de junio de 2010
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